lunes, 7 de marzo de 2011

¿Duplicidad de género?

(...El otro día me sentí un hombre... )

Daniela estaba preciosa sentada en el borde del sofá abrazada a sus  piernas ocultando su desnudez... (¡Si  la  había visto desnuda muchas veces!) Me extrañó mucho su pudor; siempre se jactaba de ser una come hombres y de llevar la iniciativa, pero conmigo fue diferente. En realidad era su primera vez y estaba algo impactada (supongo).
Después de varios excesos tóxicos la llevé de la mano a mi habitación, la tumbé en la cama, cogí galletas de chocolate, agua, velas, cigarros, maría, lubricante de fresa… y cuando la vi más relajada empecé a jugar con su cuerpo.
-Tranquila, cualquier cosa que no te guste por tonta que te parezca me la dices ¿vale?.
Con Daniela tumbada en mi cama, desnuda, expectante y mirándome asustada, me sentí como en un examen, tenía que poner todo de mí  e ir con cautela. Daniela era  una pequeña gatita perdida y desconfiada  que yo debía convencer con mucho amor para poder cogerla; yo no tenía energías para andar rescatando gatos sin domar a esas horas… pero ella lo merecía. Fui silenciosa y dulce. Tuve  el  mayor tacto del mundo, no dije ninguna barbaridad de las mías,  fui muy  despacio, como jamás con nadie: lamí con suavidad sus manos, soplé, abrí sutilmente sus piernas, me posé sobre ella,  le acaricié el pelo, rocé lentamente su cuello, sus brazos, sus pechos, su cintura, sus muslos, su entrepierna… Seguí  lamiendo, soplando, mordisqueando con cuidado mucho tiempo, y así, poco  a poco, se abandonó dócilmente y confió en mí. Nunca me ha excitado tanto dar placer a alguien, la oía gemir y aunque no me tocara, sentía lo mismo que la hacía estremecer, pronunciaba mi nombre con embriaguez y su éxtasis me impulsaba a seguir experimentando y a seguir buscando rincones que pudieran llevarla más lejos. Me permitió ser brusca, me pidió más y más, nos enredamos, dimos vueltas por la cama, por el suelo, por la alfombra, nos mojamos todo el cuerpo, nos hicimos cosquillas, nos mordimos, llegamos a lo más profundo, nos hicimos daño,  nos reímos a carcajadas. Fue como un juego de dos niñas: yo fui la “niña  mayor”. No me  gusta  ser la intérprete de un solo papel pero Daniela valía la pena; con ella no me importaba. Se quedó dormida sobre mí con su cabeza entre mis pechos. 
Abrazada a esa mujer me sentí como en la piel de un hombre. No pude pegar ojo en lo que quedó de noche. Esa sensación, nueva para mí,  era chocante y confusa y me estuve quieta hasta que entró la luz: -Creo que soy un tío y lo vengo a descubrir ahora,  pensé.

2 comentarios:

  1. Gracias por descubrirme tu intimidad y tus pensamientos, me llevo una sorpresa. Fue genial y lo he pasado muy bien siempre contigo...¿Cómo que eres un tío?, ¡para nada! Ya sabes, podemos ver pelis cuando quieras.Por cierto, me encanta llamarme Daniela. Besitos, estamos cerca, vale?

    ResponderEliminar
  2. Ay guapa...te mereces una entrada sólo para ti...ya te avisaré. Besos de los tuyos...

    ResponderEliminar