Siento el impulso del pistoletazo de salida en una importante carrera que hay que ganar. Pero al final de mi carrera no existe una meta de esas ideales con sonrisas, flores, botellas de cava, aplausos y abrazos. Mi meta es distinta: es una meta de mierda, una meta desafortunada, sin gente y felicitaciones, nada de cava, nada de alegría, ni siquiera una mísera serpentina. Llevo tiempo siendo incapaz de decir que no a cualquier cosa que me confunda aún más de lo que ya estoy. Llevo tiempo corriendo sin llegar a ninguna parte: ni a la meta ideal ni a la tenebrosa, a ninguna. Evito afrontar la realidad y estoy tan perdida que fuera, en la antesala de tu casa, en la entrada del templo del oráculo, me siento como en esa escena de La Historia Interminable en la que el protagonista tiene que enfrentarse al paso entre unas esfinges que te destruyen con rayos láser si dudas. En este momento estoy dudando y es peligroso, ¿si las personas afrontan encrucijadas más difíciles y son capaces de retroceder a tiempo, por qué no voy yo a poder hacer lo mismo?
...Me largo a cualquier otra parte ...